Me enamoré de Argentina. No solo del país, sino del alma argentina.
Me enamoré del campo — esos horizontes infinitos donde el cielo se encuentra con la tierra. Me enamoré de el estilo de vida gaucho — la conexión profunda con la tierra, el respeto por las tradiciones, la libertad de vivir en armonía con la naturaleza.
Me enamoré del folclor — las guitarras que cuentan historias, las danzas que celebran la vida, las leyendas que se transmiten de generación en generación.
Me impactó profundamente la identidad cultural argentina — las raíces fuertes que enlazan a todos los argentinos, sin importar de qué provincia vengan. El mate, el vino, el asado, los valores compartidos — todo esto forma un tejido cultural sólido y auténtico. Viniendo de un país cuya identidad cultural está fragmentada, encontrar esta conexión colectiva fue revelador.
Pero sobre todo, me enamoré de los vínculos familiares fuertes y las amistades profundas que encontré en cada rincón. La forma en que los argentinos abren sus corazones y sus hogares, compartiendo mate, asados, y conversaciones que duran hasta el amanecer.
Ahora estoy listo para comenzar mi odisea por Argentina — una serie de viajes de un mes por diferentes regiones del país. No como turista, sino como aprendiz.
Mi propósito es simple pero profundo: aprender lo más posible sobre la cultura de cada región y cada rincón, interactuando con la gente, sumergiéndome en la cultura local, y experimentando la tierra de primera mano.
Cada viaje será documentado en historias cortas para reels, capturando momentos auténticos, historias reales, y la esencia verdadera de Argentina — desde las ciudades vibrantes hasta los pueblos más remotos.